domingo, 2 de marzo de 2008

WAITING FOR MY VAN



Cuando empezamos el viaje había paises que nos daban igual, otros que nos daban tirria y otros un morbo especial, y Colombia era uno de estos últimos. Muchos mitos e historias, que no te niegas a ti mismo pero no sabes verdaderamente la profundidad de ellas, te acechan al entrar en un país como Colombia.

Te cuentan de la existencia de narcos, fiebre amarilla, prostitución, sicarios, pobreza extrema, guerrilla, tetas de plástico (uno de los países donde mas se practica ese gran arte que es la cirugía plástica), paramilitares, carreteras con retenes guerilleros, malaria, bandidos, asaltantes, policias corruptos, secuestros, mujeres despampanantes, armas, militares sanguinarios y traficantes de todo tipo (órganos, niños, armas, droga, mujeres), y claro, uno entra acojonado...con un morbo y unas ganas de escándalo, pero acojonado, y más si tenemos en cuenta que para visitar Colombia contábamos con tres nuevas visitas, tres nuevas incorporaciones, un dream team, unos galácticos capaces de hacer temblar a toda la lista que empezó con narcos y termino con traficantes. Inés, Marquitos y Alvarito. Sólo sus nombres amedentran. Imaginad lo que son juntos. Y dónde quedamos para semejante reunión...en Cartagena de Indias, la que dicen la ciudad mas romántica de America Latina.

Buganvillas, plazuelas de colores, edificios coloniales son un festival para los sentidos. Tiene mar, islas paradisíacas a tiro de piedra y unas mujeres de arrancarse las venas a bocaos (os despejamos tres mitos por el precio de uno, mucha mujer guapa, mucho plástico y mucha prostitución...algunas combinan las tres, otras sólo una...a elegir).

Y pues, ya que esperábamos a la furgo y con Marquitos - hombre de eterna gula y no menos felicidad y buenrollismo permanente - integrado en el grupo (más "las Canadienses" que nos volvimos a encontrar en el hostal de al lado) nos fuimos a Santa Marta y a Taganga, a visitar el Parque Natural de Tayrona. Playas obnubilantes, kilométricas, salvajes, vacías y detrás, la selva. ¿Otro paraiso? Sí, aunque ya hemos perdido la cuenta.

A la vuelta, ya teníamos a otra componente más, Inés - mujer de perpetua sonrisa, gallega con acento madrileño y gran amante de las tradiciones Chilenas. Con ella conocimos Cartagena y nos preparamos para otra excursión al pequeño pueblito, recóndito y patrimonio de la humanidad Mompox. Para llegar hasta él necesitas un autobús, un barco y un taxi (¡mejor un jeep por el estado de la carretera!), pero merece la pena el esfuerzo. Como anécdota, acabamos, después de un paseo de 1 hora en barco, en la isla-casa-restaurante-hotel de un narco que lleva 17 años en la cárcel. Dos grandes días en Mompox.

Volvimos a pisar Cartagena y el grupo volvió a crecer. Ésta vez era la última pieza (y nunca mejor dicho) del puzzle kafkiano que estábamos montando. Alvarito, diablo troglodita de barba blanca, come con las manos y es el mejor haciendo el koala por las noches. Con el grupo al completo y la furgo llena de macutos nos fuimos a Medellín y de ahí al Eje Cafetero. Los paisajes allí son espectaculares. Hay que ir. Hay que meterse por la selva y por la cafetales a caballo. Hay que ir al Valle de Urca. Hay que ir a Salento. Igual que hay que ir a Cali, una ciudad que no se despierta hasta las 6 de la tarde pero que cuando lo hace te destroza. Noche, tugurios, discotecas, bares e incluso paseos gastronómicos arreglados por nuestro querido amigo Luis Ernesto, que tiene más saque para la comida que Carpanta.

Colombia es maravillosa, y cada nuevo pequeño detalle que descubrimos de ella es mejor. Su gente es honrada, simpática y te ayuda. Sus paisajes son apabullantes, sus ciudades lo tienen todo, sus policías y militares son los más amables y los menos corruptos que nos hemos encontrado y sus carreteras las más seguras. Colombia con nosotros se ha portado muy bien, mucho mejor de lo que nos esperábamos y ninguno de sus mitos nos ha tocado ni tan siquiera de cerca. Aún así, si alguna vez volvemos (que seguro que sí) seguiremos entrando en el país con esa mezcla de morbo, acojone, expectativa y ansiedad con la que llegamos la primera vez, porque al final, Colombia es la hostia en todos los sentidos.






Otro paraíso para nuestra cuenta particular: Parque Tayrona


Hasta los maniquís se recauchutan en Colombia

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios mío, volved ya a levantar España, esto es una fuga de cerebros...

Anónimo dijo...

Uff qué dientes más largos se me han puesto (no al ver a la maniquí, que conste, sino al leer todo y ver las otras fotos...)

Anónimo dijo...

quiero una foto de Fortifor.

Se lo merece.

Estoy a ver si me mandan las acuaticas....

besos.

Anónimo dijo...

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