jueves, 6 de marzo de 2008

¡ECUADOOOOOOOOR!


¿Y tanto miedo para esto?

Nuestro siguiente destino era Ecuador. Atravesando Popayán y Pasto, y entrando por Ipiales. "¡Estáis locos!", decían los cuerdos; "Las probabilidades de que no os corten los huevos para hacer tortilla en deconstrucción o mousse de carpaccio de criadillas son cercanas a cero", decían los gourmets; "¡Qué cabrones, cómo me encantaría unirme a vosotros!", decían los auténticos aventureros. Lo importante era seguir las normas básicas, viajar de día, no parar en pueblitos en medio de la montaña y no parar para nadie en el arcén, a no ser que fuese la Policía. Y así hicimos, y no nos pasó nada. ¿Suerte? Quizás. Dos días antes había habido tiroteos en la frontera. Y seguro que al día siguiente pasó algo. Pero nosotros pasamos.

Y entramos en Ecuador, directos a Quito. Grandes temporales azotaban el país y noticias de inundaciones y muertes eran portada en todos los periódicos. El ambiente político se enrareció súbitamente y, en una serie de circunstancias extrañas, Colombia bombardeó el norte de Ecuador, matando al numero 2 de las FARC. Chávez casi ataca Colombia y Ecuador casi se defiende de Colombia. Las fronteras se cerraron y el espacio aéreo igual...y nosotros en medio de todo esto.

Lo primero que visitamos fue La Ciudad de la Mitad del Mundo (o algo así), donde el Ecuador divide la mitad del mundo. Ahí, de un salto te plantas en el Hemisferio Sur y de otro en el Norte. Al pasarlo de Norte a Sur, ya todo es cuesta abajo, como es lógico. Ésta y otras dudas mucho más metafísicas fueron expuestas al agente del estacionamiento, y encontraron por repuesta una cara de pez y un "Creo que sí pero no estoy seguro". Bien, chaval. Ah, y entramos gratis por ser periodistas.

Esta línea imaginaria está a escasos 22 kilómetros de Quito, que es precioso. En su centro colonial se encuentra una de las plazas más bonitas que hemos visto en el viaje. Absolutamente recomendable. Y no menos divertida es su noche de miércoles, donde volvimos a hacer de las nuestras despidiendo a Marquitos hasta que el sol brillaba en lo alto.

De ahí pusimos rumbo a Montañita, aunque la caja de cambios empezó a darnos problemas y tuvimos que parar a que se enfriase (del motor salía un humo sospechoso) y, no contentos con eso, tuvimos que vulcanizar una de las ruedas y pasar noche en Portoviejo (nótese el "Porto", que no "Puerto", como si de Portofino se tratase). No tiene mar y de fino tiene poco, y de peligroso mucho más. Salimos, nos divertimos y al día siguiente por fin llegamos a Montañita.

Uno de los secretos peor guardados de toda América Latina, ésa es Montañita. Todo viajero que pasa por Ecuador pasa por ella. Es una especie de Santa Teresa virgen. El germen de una nueva...Marbella. Ahora mismo sólo hay dos calles sin asfaltar, muchos restaurantes y bares, muchos artesanos que venden cosas bonitas y una escena surfera que le da colorido al pueblito. Si te gusta el surf y tu grito preferido es
"¡Cowabunga, coleguis!", el pueblo es tu paraíso. Si, como a nosotros, los surferos cada vez te dan más asco y su rollo te provoca arcadas, lo mejor es no pasar demasiado tiempo ahí.

Aún así, no podíamos salir de Montañita sin que nos aconteciese un pequeño incidente: si Nacho no iba al dengue, el dengue iría a Nacho. Y fue, fue. Claro, vivíamos en la furgoneta, en un camping llamado Vito's, que tenía una cienaga enfrente. Vito era su dueño y hay que conocerlo: un hippie pasado de LSD que en algún viaje de los 70 se quedó pillao. No habla, balbucea...y además grita, todo cosas inapreciables, absurdas, interjeciones en su mayoría. Su sonrisa es desdentada, su cara es fea como la de un trol y su calva luce atrás una coletilla de unos 6 pelos. Su perro sarnoso se llama ÑaÑaÑaÑa, que a su vez es su grito de guerra preferido. Todos los días, a las 7 de la mañana, pone tecno para despertarse, y no a volumen 10, sino a 200. Aún así, Vito es entrañable y apreciado. Tanto, que incluso tiene una novia de 20 años que además es bastante guapa. ¿Qué secreto guardará Vito? Todavía no sabemos.

Desde Vito nos dejaron Roque y Alvarito, y allí es donde el dengue hizo su estelar aparición y decidimos mudarnos a un sitio donde hubiese al menos camas y baños dentro de la habitación. Y Juancho's tenía esto (todo un lujo para nosotros) y más.

Ese "más" eran dos personajes nuevos en nuestra historia: Constanza y Bukox. Madre e hijo. Chileno-Españoles ambordós y habitantes de Lanzarote. Ella, una artesana maravillosa y él, un enano de 3 años entre enfant terrible y buenrollista, que nos acompañarían hasta Guayaquil.


En la exactísima mitad del mundo


Por el centro de Quito


Y ahora toca esperar a que se enfríe el motor...


Se nos fueron dos guerreros

No hay comentarios: