sábado, 8 de marzo de 2008
EN LA CAPITAL DEL JODIDO GUAYAS
Constanza y el nene
Y con Constanza y el pequeño Bukox, llorón de profesión, huímos de Montañita silbando bajito como quien quiere disimular que se acaba de tirar un pedo. Las conclusiones sobre Montañita son sencillas: es un buen sitio para salir de fiesta los sábados, pero a partir del domingo las probabilidades de que te roben la cámara son del 100%, las de coger dengue son del 50% y el calor es insoportable. Por desgracia, la semana sólo tiene un sábado, así que había que salir de ahí rapidito.
Y rumbo a Guayaquil, con la furgo más ordenada y limpia que nunca, atravesamos tormentas y tormentos, a veces en paralelo al mar, a veces por el interior. Guayaquil, capital de la región del Guayas, origen de guayacos y guayacas, defensora de su autonomía hasta la muerte, nos acogió en una zona más bien extraña. O sea, donde las putas (que al final es la zona que mas nos gusta y donde mas comodos nos sentimos). El hostal Madrid rezumaba a Don Limpio (el Artista Anteriormente Conocido como Míster Proper) hasta la náusea, y el repeinado recepcionista tenía complejo de Rottermeier. El chavalín del parking no sabía dónde había nacido, no se acordaba. Sí, una zona más bien extraña.
Pero en general Guayaquil no está mal. Es la ciudad más grande de Ecuador, está junto al mar, y desde luego tiene zonas mejores que donde nos hospedamos. Bukox pudo disfrutar de los columpios en el malecón, y nosotros nos pasamos una noche loca (otra) en el Cerro de Santa Ana. Pero esta historia merece párrafo aparte.
El lugar se llamaba La Paleta. Recomendación de amigos de amigos de amigos. O sea, de amigos. Si llegas a la escalinata del Barrio de Las Peñas, en el Cerro de Santa Ana, primero tienes que subir 400 escaleras, hasta el faro. Luego allí preguntas, y te dirán que lo que buscas está 300 escaleras más abajo, pero por el otro lado. Entre dos galerías de arte, un cartelito nos indicaba que por fin llegamos. Y la puerta está cerrada a cal y canto. Pero cuando haces "knock", ya no hay stop. Detrás de esa fachada de clandestinidad, se encuentra un lugar casi mágico, decorado minuciosamente hasta el último detalle: cada taburete, cada mesa, cada lámpara, cada esquina del pequeño lugar está decorada a mano por diferentes artistas. Un señor llamado Francisco te ofrece un cojín para que estés más cómodo, y a partir de ahí sólo puedes reírte. Primero, porque los Jägermeisters fluyen como agua, y segundo, porque Francisco alterna narices de payaso, sombreros de copa, máscaras de Spiderman, para descolgarse por la barandilla o hacer los bailes más esotéricos. Ese señor tiene, por lo menos, 65 años. Espectacular, como espectaculares fueron nuestras conversaciones con la dueña del lugar, de origen francés, y con sus hijas y camareras, que nos dejaron poner música y nos invitaron a absenta servida al estilo clásico. Bueno, en realidad nos invitaron a todo y hasta nos llevaron al hotel. Hilando fino, que se suele decir.
Y al día siguiente, con una resaca digna de Guinness (¿no dicen que lo mejor para la resaca es tomarse una cerveza?) nos tocó ponernos en camino a Perú, que algunos dicen que son sólo 3 horas, pero otros dicen que son 7 horas. Y lo más probable, por la experiencia que hemos ido ganando, es que sean las dos cosas, es decir, 10 horas.
Hasta aquí, todo va bien...hasta aquí todo va bien, pero...Tío, no entra la primera marcha. Pues prueba la segunda. Tampoco entra. Para. Paro. Apaga el motor y mete primera. Ah, ahora sí funciona. Ufff, qué susto, pues seguimos entonces. Espera, que la marcha entra pero la furgo no se mueve. Pues se nos ha jodido la caja de cambios. ¿Y qué hacemos? Vamos en tercera al pueblo más cercano y buscamos un taller. Señor mecánico, tenemos un problema. Uy, pues hay que desmontar la caja de cambios, y en esta furgoneta es complicado, hay que desmontar parte del motor también, eso va a costar un dinerito, y mañana es domingo, no le puedo conseguir repuestos hasta el día lunes (y ademas el pive es manco!).
Estamos en El Naranjal, lo más parecido al culo de Satanás. Con la furgo desmantelada en un taller modernísimo, y el único hotel de esta metrópolis huele al sofá de la bisabuela. Seguiremos informando.
Guayaquil brodas
Visite nuestro hotel, en El Naranjal
Eduardito, nuestro nuevo médico de cabecera
Jugueteando con nuestra caja de cambios
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